Para vivir un Duelo (II) Continuando con el tema de «vivir un duelo», lo primero que puede sonarte extraño es el verbo vivir; quizás en tu mente era más familiar evitar un duelo, evadir un duelo, olvidar un duelo. Recordemos que VIVIR ES SENTIR y, en la medida que podamos cerrar un duelo con todo lo mejor de nosotros, vamos a ubicar a la vivencia, la emoción y las personas involucradas en el sitio adecuado para que no nos perturben en nuestra felicidad y no nos generen la imperiosa necesidad de repetir los sucesos para volverlos a experimentar, a ver si esta vez sí los «vivimos» realmente. Una vez que he reconocido en mí que he salido de los primeros dos pasos del periplo emocional: 1) shock, parálisis, impresión súbita, 2) expresión desmedida emocional, hay un tercer paso que consiste en la decisión de qué hacer con el suceso dentro de mí. Cuando reconozco que estoy en este último paso, y veo que me toca decidir qué hacer, ahí es cuando es muy poderosa cualquier práctica del perdón. Siempre me he mostrado especialmente volcado al trabajo de las planas escritas, porque, por lo menos en mi caso, me involucra mucho más con lo que estoy sintiendo y puedo soltar más fácilmente lo que deseo expresar. Quizás te cueste entender por qué un perdón a alguien amadísimo que murió, sin que ésta fuera su voluntad consciente; porque es común sentir mucha rabia por lo sucedido y queda, de forma silenciosa, el reproche, como lo expliqué en elescrito anterior. El perdón siempre es un liberador y una forma muy sana de cerrar los ciclos. Luego que ya me siento liberado de la convulsión emocional, y puedo aceptar con más paz el final, bien sea de la vida o de algo importante, es esencial la carta de cierre. Este es un mecanismo altamente efectivo, en el cual, a través de una misiva, dirigida a la persona, empresa, grupo, etc., expongo, con énfasis en el agradecimiento, el significado de mi paso por ese ser, o experiencia, honrando básicamente lo esencial de esta experiencia y reconociendo la responsabilidad mía al amar, trabajar, entregar, o cualquier verbo pertinente que corresponda a la experiencia. Esta práctica debería traducir el inmenso amor que siempre nos acerca, nos atrae y nos hace vivir cosas; sin embargo, también sirve cuando dejamos cosas por decirle en vida o in situ a la persona o ente, y que dejarlas dentro de nosotros podría provocarnos la sensación de algo pendiente, que nos va a anclar en este duelo, sin ninguna necesidad. En mi experiencia terapéutica, he visto a personas que se niegan a cerrar el duelo, y prefieren mantener vivo el dolor o el resentimiento. Esta negación, a veces, es muy inconsciente y es la traducción de un miedo a olvidar, y como tal, a desvincularse. Recordemos que la vinculación, sea sana o no, nos da pertenencia. Por todo esto, es clave recordar que el olvido no existe como camino evolutivo, yo puedo sanar una herida, pero siempre será herida, aunque haya dejado de dolerme. Lo grande de esto es que en el transcurso de esta práctica limpiaremos la herida para regresar al amor y reencontrarnos con la felicidad que se nos planta como derecho. AL AMOR SOLO SE LLEGA A TRAVÉS DEL AMOR. Bert Hellinger.
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