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EL OLVIDO DEL SER El

EL OLVIDO DEL SER El

EL OLVIDO DEL SER El ego siempre es identificación con la forma, es buscarnos a no­sotros mismos y perdernos en algún tipo de forma. Las formas no son solamente objetos materiales o cuerpos físicos. Más fundamentales que las formas externas, que las cosas y los cuerpos, son las formas de pensamiento que brotan constantemente en el cam­po de la conciencia. Son formaciones de energía más finas y menos densas que la materia física, pero formas en todo caso. Aquella voz que oímos incesantemente en la cabeza es el torrente de pen­samientos incansables y compulsivos. Cuando cada pensamiento absorbe nuestra atención completamente, cuando nos identifica­mos hasta tal punto con la voz de la mente y las emociones que la acompañan que nos perdemos en cada pensamiento y cada emoción, nos identificamos totalmente con la forma y, por lo tanto, permanecemos en las garras del ego. El ego es un conglo­merado de pensamientos repetitivos y patrones mentales y emo­cionales condicionados dotados de una sensación de «yo», una sensación de ser. El ego emerge cuando el sentido del Ser, del «Yo soy», el cual es conciencia informe, se confunde con la forma. Ese es el significado de la identificación. Es el olvido del Ser, el error primario, la ilusión de la separación absoluta, la cual convierte la realidad en una pesadilla. DEL ERROR DE DESCARTES A LA VISIÓN DE SARTRE Descartes, el filósofo del siglo diecisiete, considerado el funda­dor de la filosofía moderna, dotó de expresión a este error pri­mario con su famosa aseveración (para él la verdad primaria) de «Pienso, luego existo». Fue su respuesta a la pregunta de si «¿Hay algo que pueda saber con absoluta certeza?» Se dio cuen­ta de que no había duda alguna acerca del hecho de estar pensan­do constantemente, de manera que concluyó que pensar era sinó­nimo de Ser, es decir que la identidad –el yo soy– era sinónimo del pensamiento. En lugar de la verdad última, encontró la raíz del ego, aunque nunca lo supo.Pasaron casi 300 años antes de que otro filósofo famoso reconociera en esa afirmación algo que ni Descartes ni nadie más había visto. Su nombre era Jean Paul Sartre. Reflexionó a fondo acerca de ese «Pienso, luego existo» y súbitamente descubrió, según sus propias palabras, que «La conciencia que dice ‘existo’ no es la conciencia que piensa». ¿Qué quiso decir con eso? Cuando tomamos conciencia de estar pensando, esa conciencia no es parte del pensamiento. Es una dimensión diferente de la concien­cia. Y es esa conciencia la que dice «existo». Si solamente hubiera pensamientos en nosotros, ni siquiera sabríamos que pensamos. Seríamos como el soñador que no sabe que está soñando. Estaría­mos tan identificados con cada pensamiento como lo está el soña­dor con cada una de las imágenes del sueño. Muchas personas todavía viven de esa manera, como sonámbulas, atrapadas en la mentalidad disfuncional que crea una y otra vez la misma pesa­dilla de la realidad. Cuando reconocemos que estamos soñando es porque estamos despiertos dentro del sueño y ha entrado en escena otra dimensión de la conciencia. La implicación de la visión de Sartre es profunda, pero él estaba todavía demasiado identificado con el pensamiento para darse cuenta del enorme significado de lo que había descubier

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