CORAL MATEO: «ES MUY POSIBLE QUE EL CÁNCER NO SEA UNA ENFERMEDAD CAUSADA POR UN ERROR GENÉTICO SINO QUE SE TRATE DE UN PROCESO BIOLÓGICO DE DESINTOXICACIÓN» Coral Mateo -presidenta de la Sociedad Española de Homeopatía Veterinaria- postula que lo que llamamos cáncer quizás no sea una enfermedad sino un proceso biológico natural de defensa que el organismo pone en marcha cuando en un momento dado, no siendo suficientes los mecanismos habituales de desintoxicación, decide crear tejidos nuevos -gracias a los oncogenes- a fin de desarrollar tumores en cuyo interior depositar los residuos tóxicos para aislarlos encapsulándolos. Los tumores, en suma, vendrían a ser como ‘cubos de basura’ en los que el cuerpo deposita los desperdicios para luego destruirlos. Y, evidentemente, si lo que postula es correcto atacar los tumores sería un inmenso error. Veterinaria y homeópata. Todo un desafío si de lo que se trata es de hablar de cáncer y conseguir hacerse oír en medio del enorme ruido que esta enfermedad produce a diario. Sin embargo, los animales también mueren de cáncer -y por cierto, ahora más que nunca- y su biología sirve hasta tal punto de campo de experimentación que el actual método científico exige desarrollar modelos animales antes de investigar con humanos. De hecho la similitud de sus reacciones orgánicas y la capacidad de observar de una manera acelerada los mismos procesos patológicos que se dan en humanos convirtieron hace décadas -a pesar de la oposición de grupos contrarios a la experimentación con animales- a ratones, perros, monos y otras especies en objeto de seguimiento en laboratorio. Y desde luego nadie puede negar -aunque a unos les importe más que a otros- la enorme deuda que la Medicina tiene con los millones de animales que desde entonces han muerto -y siguen muriendo- en aras de la búsqueda de soluciones terapéuticas para las llamadas enfermedades. Así que nadie debiera tampoco extrañarse de que los veterinarios que trabajan directamente con ellos pudieran acabar hallando respuestas que, valoradas con objetividad, puedan ayudarnos a entender esa gran incógnita de nuestro tiempo que aún es el cáncer. «He de reconocer -nos contaría Coral Mateo- que los veterinarios tenemos una ventaja respecto de los médicos al ser la vida de nuestros pacientes más corta. Pasan ante nuestros ojos a cámara rápida, al igual que su enfermedad, lo que hace más fácil el estudio. Los vemos nacer, crecer y morir. Tenemos la oportunidad de diagnosticar y tratar a varias generaciones de una misma familia. También podemos observar con más facilidad el tumor, al que vemos al natural, invadiendo un territorio que no le corresponde con el beneplácito de un organismo que sólo da facilidades. En cambio los médicos no tienen esa visión. El paciente humano pasa por tantas manos que se pierden el proceso. Hasta que llega al oncólogo que sólo ve el tumor, el anatomopatólogo un trocito de tejido muerto y el bioquímico las moléculas. Otra de nuestras ventajas es la oportunidad de aplicar diferentes tratamientos a miembros de una misma familia con la misma patología. Incluso tenemos experiencia con pacientes que sus dueños deciden no tratar y he de reconocer que no sufren peor suerte que los tratados quirúrgicamente y con quimioterápicos. Es más, me atrevería a decir que viven más y mejor». Coral Mateo es asturiana, se licenció en la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid y es Especialista Universitaria en Homeopatía por la Universidad del País Vasco. «Empecé a estudiar Homeopatía -nos diría- porque estaba un poco decepcionada de los resultados obtenidos con los medicamentos convencionales. Demasiado antibiótico y corticoide». Presidenta de la Sociedad Española de Homeopatía Veterinaria Coral Mateo colabora en el curso de doctorado que sobre Homeopatía Veterinaria se imparte en la Universidad de Zaragoza, fue profesora y coordinadora del Máster Universitario en Homeopatía y Salud en la Universidad del País Vasco y en la actualidad es colaboradora de la AMHB, docente y coordinadora del grupo de Veterinaria del Máster Universitario de Homeopatía de la Universidad de Barcelona. Es autora, junto a José Ramón Torre, del libro Homeopatía Veterinaria. Materia médica. Casos clínicos y comentarios. Ha publicado numerosos artículos en revistas científicas nacionales e internacionales. Y, sobre todo, lleva 25 años trabajando al pie del cañón en la Clínica Veterinaria La Playa de Gijón. Una larga experiencia, pues, que le ha llevado a formular una atrevida hipótesis, La Teoría del Incinerador, que reconoce al cáncer no como un error genético sino como una solución biológica, una respuesta natural de defensa del organismo contra agresiones externas y que en su libro resume de la siguiente manera: «Soy consciente del tremendo cambio conceptual que supone pero he llegado a la conclusión de que el tumor podría formar parte de un mecanismo de defensa y no de un burdo error genético. Los oncogenes pueden estar presentes en todos los organismos sanos y son los encargados de la formación del nuevo tejido, capaz de atraer y desintegrar sustancias mortales cuya presencia no estaba prevista y, por tanto, tampoco su eliminación; material contaminante que circula impunemente pudiendo dañar de forma irreparable algún órgano importante y con capacidad posterior para desaparecer si el plan ha tenido éxito. La oncogénesis es demasiado perfecta para ser un zafio error. Tiene carta blanca para elegir el terreno, cheque en blanco al portador que no repara en gastos y a las células elegidas les concede el privilegio de la inmortalidad: vuelven a ser células madre. Sería su último recurso, un tanto dramático y desesperado, previo fallo de los demás mecanismos de ‘descontaminación’, más sencillos y menos agresivos. Y sólo resultaría peligroso con el tiempo si sigue creciendo pero hasta que llegue ese momento tendrá arreglo ya que, mientras esté vivo, el organismo no tiene otra intención que mantenerse en este planeta el mayor tiempo posible». Revolucionaria teoría, en suma, pero coherente con muchas de las cosas que hemos escrito e investigado en los últimos años en la revista (Revista DSalud). No era la primera vez que habíamos oído especular con el hecho de que el cáncer no fuera una aberración sino una respuesta natural. Muchos de los argumentos de Coral Mateo encajan por ello como piezas de rompecabezas con los de otros médicos o investigadores que han tenido eco en esta revista. Pero nadie hasta ahora -que sepamos- la había formulado por escrito y con tanta rotundidad. Así que decidimos hablar con ella. Eso sí, aclaramos que cuando a lo largo de la charla que mantuvimos con ella Coral habla de sus pacientes se refiere siempre a animales. Habla pues desde su experiencia con ellos -perros sobre todo- pero confía en que sus palabras sirvan para que otros reflexionen en el mundo de la Medicina para humanos. -¿De verdad puede establecerse un paralelismo biológico claro entre perros y humanos a la hora de hablar y abordar el cáncer y otras patologías? -Tenemos genes similares, los mismos órganos, las mismas patologías, los mismos trastornos emocionales… Los gatos, por ejemplo, pueden padecer anorexia nerviosa aunque nos parezca un trastorno muy «humano» Y en lo que se refiere al cáncer se puede extrapolar perfectamente. -Usted afirma que la incidencia del cáncer en animales ha aumentado de forma alarmante… -Sí. Está claro que algo estamos haciendo mal porque hace 25 años, cuando yo comencé con la clínica veterinaria, la mayoría de mis pequeños pacientes estaban más sanos. Les solían traer a la clínica porque o bien se habían comido un corcho o un rival les había mordido una oreja. Las patologías tenían un claro origen y apenas utilizábamos palabras como multifactorial o idiopático. Las alteraciones gastrointestinales solían deberse a atracones y las dermatológicas simples a hongos que desaparecían con una loción antimicótica o a ácaros y pulgas que se eliminaban con un baño antiparasitario. En cambio ahora los problemas de piel no ceden tan fácilmente. Son tan rebeldes que hemos tenido que cambiar el lenguaje y ahora hablamos de Protocolo de acercamiento al manejo del paciente dermatológico en lugar de Tratamiento. En la actualidad la mitad de nuestros pacientes padecen enfermedades inmunomediadas y, efectivamente, la incidencia del cáncer ha aumentado de forma alarmante. Tal vez por el exceso de quimioterápicos -que utilizamos con buena intención para enmascarar los síntomas-, la socorrida y nefasta medicación sintomática -que boicotea al sufrido organismo anulando sus reacciones defensivas y dificultando la autorreparación y la desintoxicación- o, tal vez, que ponemos demasiadas vacunas o que desparasitamos mucho; sin descartar el entorno que puede estar un poco contaminado. Incluso la relación con sus dueños puede influir si es un poco neurótica. O la dieta a base de latas con conservantes. O todo junto. -¿Y cómo llega a la conclusión de que el tumor puede ser en realidad un incinerador utilizado por el organismo para deshacerse del exceso de desechos tóxicos, creado por el organismo cuando los mecanismos habituales de desintoxicación están desbordados y no dan abasto? -En la clínica veterinaria son frecuentes los cuerpos extraños y no es raro que el organismo los aísle formando a su alrededor un nuevo tejido. Recuerdo una vez que extirpamos un gran tumor dorsal a un Pointer y al abrirlo me encontré con una inofensiva espiga en el centro. En otra ocasión nos encontramos con un tumor en una cirugía rutinaria de ovario -histerectomía felina- en el interior de una trompa. El tumor era pequeño y redondo, con una pequeña muesca alrededor. Lo desdoblé y resultó ser un gatito que al morirse dentro del útero y ante la imposibilidad de eliminarlo el organismo de la madre puso en marcha un programa que todos tenemos para estos casos que consiste en reducir la superficie el máximo y a continuación calcificarlo ya que de no hacerlo la infección posterior podría en peligro su vida. Es fácil de comprender pues que la formación de un tejido nuevo, benigno, con el que el organismo encapsula un cuerpo extraño -por ejemplo, un perdigón- es algo beneficioso ya que el nuevo tejido recubre el plomo para separarlo del organismo impidiendo que interactúen pero cuando el tumor es maligno ya no tan es fácil de entender… y sin embargo es posible que se trate de lo mismo. A veces nos encontrábamos con casos muy curiosos, animales que habían vivido años con sus enormes tumores y se morían al extirparlos. Y entonces pensaba ¿qué «hacían» esos tumores que mantenían vivos a los pacientes? No lo sabíamos pero lo que sí estaba claro era que tras eliminar esos tumores las metástasis crecían sin freno. Así que una cosa parecía clara: mientras el tumor primario permanecía en su sitio las metástasis se mantenían dormidas. Alguna vez pensaba: ¿y si los tumores no fueran un error? Y como la idea parecía descabellada la olvidaba… Pero volvía. ¿Y si fuera un mecanismo de defensa? Y así, poco a poco, surgió la Teoría del Incinerador que cada vez veo más acertada: la formación de un nuevo tejido capaz de atrapar, secuestrar y desintegrar todas las moléculas indeseables que circulan impunemente por nuestro organismo perturbando el buen funcionamiento del mismo. -A su juicio, a efectos de la formación de tumores, ¿son tan importantes las sustancias tóxicas del exterior como las generadas por nuestras emociones? -La realidad es que nuestro organismo acumula sustancias tóxicas tanto procedentes de nuestro exterior como generadas en nuestro interior. Respecto a las del exterior no debemos olvidar que estamos hechos con los elementos de la primera parte de la tabla periódica y que existen una buena lista de sustancias cancerígenas, elementos del resto de la tabla, en forma de residuos químicos, metales pesados, pesticidas, etc., que contaminan nuestras casas, nuestra ropa, el agua que bebemos, los alimentos que comemos y el aire que respiramos, y que no son naturales. Otras procederían de nuestro interior, las elaboramos nosotros mismos debido al estrés, las alteraciones hormonales, la hiperactividad del sistema inmunitario, el sufrimiento prolongado, etc. Todo ello puede llevarnos a producir potentes sustancias químicas que dañen los tejidos. La oncogénesis sería en tal caso un plan a seguir por parte del organismo, previo fallo de intentos anteriores más sencillos, más económicos y menos peligrosos como son las eliminaciones corporales fisiológicas como la sudoración corrosiva que daña la piel, las lágrimas que irritan los ojos, la orina fuerte que quema la uretra o la salivación que llaga la boca… pero también las eliminaciones patológicas. No es de extrañar que el organismo se beneficie de la actuación de ciertos microorganismos dejándoles reproducirse en situaciones especiales ya que le servirían para metabolizar las peligrosas moléculas tóxicas dando un resto de cadena más corta, menos tóxica y más fácil de eliminar. En la actualidad son muchas las multinacionales que utilizan microorganismos para deshacerse del material contaminante. Incluso algunas patologías comienza a ser tratadas con bacterias. -Entonces usted estará en contra del tratamiento sintomático. -Pienso que intentar anular los síntomas por sistema no es correcto. Los síntomas no son la enfermedad sino la respuesta. No debemos suprimir sin más un vómito o una diarrea porque es obvio que cuando eso ocurre es porque el cuerpo está intentado eliminar con rapidez algo que le hace daño, quizás un contenido intestinal cáustico que está quemado la mucosa intestinal. Ni empeñarnos en anular rápidamente cualquier fiebre con antipiréticos ya que con ello se impide que el organismo elabore naturalmente interferón, molécula básica del sistema de defensa. Hay que ir más allá y preguntarse: ¿por qué tiene ese síntoma? Ir al origen y no anularlo sin más porque si lo hacemos estamos boicoteando las defensas naturales. Y eso es lo que hacemos con nosotros mismos a diario. Ni siquiera permitimos a nuestro organismo sudar. Nos ponemos antitranspirantes aun cuando el sudor es una sustancia corrosiva y peligrosa que puede hasta quemar la ropa y el zapato; preferimos, absurdamente, que no salga y se quede dentro. La consecuencia de todo ello -junto a otras muchas causas de intoxicación- es una saturación de la capacidad normal de desintoxicación del cuerpo que puede verse obligado a recurrir a la oncogénesis. Ahora bien, a mi juicio el hecho de desarrollar un cáncer sin que existan enfermedades previas podría en todo caso deberse más a la naturaleza del paciente que a la del material contaminante ya que el hecho de no estar nunca enfermo no significa necesariamente estar sano. Puede, por el contrario, ser síntoma de falta de energía, de capacidad de reacción por parte del organismo. -De acuerdo con su teoría, el organismo, entonces, saturado de residuos tóxicos, no puede seguir funcionando y pone en marcha la construcción de un órgano nuevo, un incinerador que le permite seguir viviendo. Al menos durante un tiempo. -Exacto. Así lo veo. Y casi podría decir que tengo la prueba. Una gran empresa farmacéutica que apuesta por la quimioterapia ha descubierto macromoléculas pesadas que pueden ir directamente al tumor portando el quimioterápico. Irían como una bala hacia la neoplasia evitando que todo el organismo sufra los efectos demoledores de la quimio. Lo que no estaría mal si el tumor fuera un error del organismo pero si no lo es tendrá que volver a crear otro tumor. Y como tras la quimio habrá quedado muy debilitado lo tendrá más difícil. Además, con los tejidos que habría elegido -útero, mama, próstata (tejidos no vitales)- eliminados, en la siguiente ocasión el tejido de elección será más noble y el tumor terminará comprometiendo la vida. Pero, ¿es la macromolécula la que avanza hacia el tumor o es el tumor quien atrapa la macromolécula? Mi hipótesis es que es el propio tumor el que las atrae. -¿Y cómo se pone en marcha la formación de ese nuevo tejido, del tumor, de lo que los oncólogos llaman neoplasia? -El organismo cuenta para ello con los oncogenes. Todos los tenemos. Son los encargados de la construcción de nuevos tejidos. Ahora bien, la naturaleza de la neoplasia depende de la peligrosidad del material que tenga que albergar. El nuevo tejido es a veces tan extraño que no recuerda al tejido original del que nace y asusta un poco observarlo. Cuando me encontré con los tumores por primera vez, hace 25 años, tenía la sensación de estar ante un «alien». Parecía que el tumor, rodeado por un numeroso ejército de vasos sanguíneos, era dueño del animal. Hoy comprendo que no es un error propio de una mutación genética. El plan del organismo consiste en construir un nuevo tejido -de bajo costo si es posible- que le libre del material nocivo, moleste lo mínimo y preferiblemente esté en un territorio no vital. Por eso mayoritariamente los tumores aparecen en las mamas, el útero, los ovarios y la próstata. Y por eso también jamás me he encontrado con un cáncer primario en el corazón. -Ciertamente es significativo que si los tumores son negativos para la vida el sistema inmune no los combata… -Exacto. El sistema inmunitario no los ataca, los reconoce como propios. En el crecimiento de la neoplasia todo está perfectamente programado. Incluso se concede al proyecto muchos privilegios. Las células elegidas vuelven a ser eternas, privilegio que perdieron con el nacimiento tras el que los telómeros (los brazos de los cromosomas) se van acortando con cada división hasta que ya no se pueden dividir más. En cambio, cuando son elegidas para hacer un cáncer vuelven a ser inmortales. -¿Y cómo se abastecen los tumores? -Con la fabricación de vasos nuevos (angiogénesis tumoral). Eso ya lo demostró el Dr. Judah Folkman en el Hospital Infantil de Boston (EEUU). Sus colaboradores aislaron las moléculas que hacen crecer los capilares y que son las estimuladoras de la angiogénesis. La célula cancerosa estimula el crecimiento de sus propios vasos sanguíneos mediante la elaboración de tales moléculas y una vez el tumor primario está perfectamente establecido con su generosa red de abastecimiento empieza a trabajar atrayendo todo el material indeseable que circula por el torrente sanguíneo para luego destruirlo con su potente bioquímica. De hecho, el investigador en Biología Molecular López Otin y su grupo de la Universidad de Oviedo ya identificaron las funciones de 30 proteasas, enzimas que destruyen proteínas, macromoléculas relacionadas con los tumores malignos y sus metástasis. Se trata de sustancias que genera el tumor con un alto poder de destrucción molecular. -¿Y cuando deja de crecer el tumor primario? -Una vez cumplido su cometido. Es decir, cuando ha destruido todo el material tóxico con su potente bioquímica y cesa la intoxicación. En el caso de que tenga un origen externo, cuando se elimina la fuente de contaminación. Y en el caso de las endotoxinas provocadas por trastornos emocionales cuando se resuelven con la terapia adecuada y el paciente se equilibra a nivel mental y emocional. -¿Cómo podría llegar a desaparecer el tumor? -El tumor primario tiene capacidad para elaborar dos tipos de molécula unas que estimulan la angiogénesis y otras que la inhiben. Luego dejando de elaborar las estimuladoras y permitiendo actuar a las inhibidoras el tumor, en vez de crecer, se atrofia. En suma, el tumor primario es el que da las órdenes, el que dirige el proceso. Y además de producir moléculas que estimulan la formación de vasos sanguíneos manda células cancerosas al torrente circulatorio. Algo realmente singular porque cualquier otra célula moriría pero éstas no. Mire, un tumor del tamaño de un guisante es capaz de enviar diariamente al torrente sanguíneo hasta un millón de células cancerosas para que estén preparadas para crecer en distintos lugares en caso de necesidad. Es como si preparamos un horno crematorio principal pero tuviéramos dispuestas diversas incineradoras más por si el primero fallara, no fuera suficiente o quedara destruido. Esto implica pues que el tumor primario mantiene el control directo sobre las demás células cancerosas diseminadas por el organismo mediante los mecanismos de inhibición-estimulación. De ahí que si el tumor primario consigue su objetivo las demás células diseminadas desaparezcan una vez el tumor se seca, se necrosa. Ahora bien, ¿qué ocurre si el tumor sigue creciendo porque el paciente sigue haciendo la misma vida, comiendo los mismos alimentos inadecuados/tóxicos y manteniendo los mismos problemas emocionales? Pues que el tumor sigue creciendo, llega un momento en el que invade otros tejidos y empieza a comprometer su vida por lo que empiezan a surgir nuevos tumores en otros sitios para intentar ayudar. ¿Y qué se hace hoy? Extirpar de inmediato el tumor primario ante el miedo de que al seguir creciendo pueda comprometer la vida del enfermo pero a mi juicio se trata de un enorme error porque cuando se hace eso el organismo lo interpreta como un fallo total, las células cancerosas diseminadas quedan sin control y empiezan de inmediato a desarrollarse múltiples tumores que terminan invadiendo el organismo. Todos quienes hemos extirpado quirúrgicamente tumores lo hemos visto en innumerables ocasiones. Se suele perder además el mecanismo de involución, es decir, la posibilidad de la remisión total. -En tal caso los actuales tratamientos oncológicos -cirugía, quimioterapia y radioterapia- constituirían un craso error… -Ciertamente. La cirugía es agresiva y negativa por lo que ya he explicado. Y la quimioterapia y radioterapia aún peor porque intoxican aún más el organismo. -Los oncólogos afirman que hay personas que se han curado con quimio y/o radioterapia. -Yo diría que hay personas que han logrado superar sus problemas de salud a pesar de ello, no gracias a ello. Probablemente porque cambiaron psicológicamente relativizando sus traumas, modificaron su alimentación, tomaron suplementos nutricionales, ortomoleculares, fitoterápicos u homeopáticos, dejaron de intoxicar su organismo y potenciaron su sistema inmune, sin descartar la posibilidad de que sus tumores estuvieran ya en retroceso. -¿Podría alcanzarse la remisión total? -Pienso que si un paciente cambia completamente el chip de quién es, cuenta con apoyo psicológico, hace una alimentación natural, elimina todas las fuentes que contaminan su organismo, no vuelve a introducir ninguna toxina en su cuerpo y, finalmente, deja que el organismo funcione de forma natural recupera la salud. Al menos en la mayoría de los casos. -Hay algo que se nos escapa: ¿cómo casan con su teoría la leucemia, el cáncer de hueso y los tumores cerebrales? -Los oncólogos denominan leucemia a la proliferación de células sanguíneas inmaduras -los blastos- al reproducirse de manera incontrolada en la médula ósea y luego acumularse tanto en ella como en la sangre. Y de ahí que la denominen «cáncer de la sangre». Pero, ¿es realmente un cáncer? A mi juicio está por ver ya que me da la sensación de que carece de sentido calificar de cáncer cualquier multiplicación de células… supuestamente incontrolada. En cuanto a los tumores en el cerebro me pregunto si se trata de tumores primarios… o secundarios. En todo caso puede explicarlos lo postulado por el doctor Ryke Geerd Hamer de quien han hablado ustedes ampliamente en la revista. Por lo que respecta al cáncer de huesos se trata siempre de tumores y está constatado que la mayor parte son metastásicos, es decir, tumores secundarios. En fin, debo decir que yo no tengo todas las respuestas al enigma del cáncer; es obvio que habrá que seguir estudiando para obtenerlas. Lo que sí digo es que mi teoría es plausible y no sólo no choca con la razón sino que a mi juicio destila sentido común. -Una última pregunta. Usted trabaja con animales. ¿No ha pensado pues en llevar a cabo un estudio para poder comprobar clínicamente sus postulados? Porque lo que probablemente no le dejasen probar con seres humanos no pueden prohibírselo si son ellos los pacientes. -Sí, lo he pensado y de hecho voy a proponerlo. Aunque habría que hacerlo con animales en los que los tumores hayan aparecido espontáneamente, sin provocarlos como se ha hecho ahora en ratones ya que el resultado podría quedar enmascarado. Hoy sabemos además que los roedores tienen una capacidad extraordinaria para desintoxicarse y, por tanto, a mi juicio no es aconsejable ni utilizarlos para estudiar la toxicidad de los medicamentos ya que el ser humano carece de esa cualidad. Por otra parte las ratas evolucionan tres veces más rápido que nosotros lo que hace que se adapten con mayor rapidez a un nuevo entorno, incluido uno más toxico. Los cánceres que vemos en perros, en cambio, se asemejan más a los humanos que los que se inducen en ratones de laboratorio. Podríamos pues empezar por estudiar en ellos el cáncer de mama, dada la alta incidencia en mujeres y su localización externa. Y por ser la especie canina la más adecuada al tener un componente mental y emocional fácil de comprender. La investigación podría centrarse en hembras que hayan desarrollado ellas mismas el tumor -no inducido por nosotros- y sin metástasis. Formaríamos cuatro grupos. Uno que seguiría el protocolo de actuación convencional actual que consiste en la extirpación quirúrgica total de la cadena mamaria -incluidos los ganglios- y luego darles quimioterapia. Un segundo grupo que se sometería a un tratamiento quirúrgico más conservador: extirpando sólo el tumor y sin darles quimioterapia. El tercer tratamiento sería ya integral: físico, mental y emocional. Sin cirugía ni quimioterapia. Y, por último, un cuarto grupo testigo al que no daríamos tratamiento alguno. Comparando los cuatro grupos entre sí y por separado. Tendríamos los resultados en sólo cuatro años que son los que se corresponden con un período de 16 años en la especie humana. Creo que sería suficientemente significativo. -De forma resumida y en pocas palabra según su planteamiento el cáncer no sería una enfermedad causada por un error genético sino un mecanismo natural de defensa que el organismo pone en marcha para poder desintoxicarse cuando está saturado y los mecanismos habituales no son suficientes. Y los tumores no serían pues algo negativo que hay que combatir como sea sino algo enormemente positivo porque están ayudando al organismo a sanar… salvo que la intoxicación del cuerpo continúe y alguno llegue a ser tan grande que su crecimiento pueda afectar al funcionamiento de algún órgano adyacente. -Exacto. Y por eso pienso que incluso eliminar los oncogenes sería un error ya que otros menos especializados harían alianzas para sustituirlos haciendo igualmente el tumor pero de manera defectuosa y más peligrosa para el organismo. Antonio Muro Fuente: http://www.dsalud.com/numero101_1.htm
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